viernes, 3 de octubre de 2008

3. "Me cuesta recordar mis pasos por el carnaval...

Las guardias de aula y las guardias de patio son momentos públicos de una intimidad colectiva que nos permite, en muchos casos, conocer cómo nos ven esos ojillos que nos espían con descaro por los pasillos. Los niños que son "nuestros niños" y aquellos que por una hora o por unas cuantas, se convierten en nuestros "niños adoptivos".
Muchos profesores acuden al aula de la guardia con la idea preconcebida, y certera en muchos casos, de que los alumnos les dirán que no tienen tarea, alborotarán, empezarán a medir su poder y a comprobar los límites del profesor de turno. A veces, lo mejor es romper las normas, entrar en la clase observando a los chavales y esperando su primera reacción. En ocasiones, se pondrán imposibles, gritarán, intentarán sacar de quicio al profesor. Pero también es cierto que hasta en los grupos más extraños se puede encontrar un tema de conversación: la tele, las consolas, los cómics o los juegos de rol. Y siempre alguno de ellos te mirará extrañado, sorprendido de encontrar en su profesor a un compañero de lecturas, de visionados de series americanas o a un estricto máster de juegos de rol. Después de esa hora, cuando te cruces por los pasillos a esos chicos, ya serás para siempre su "profe", aunque sólo hayas pasado con ellos unos minutos de conversación.
En las guardias de patio, los chicos te miran como si formaras parte de la exótica decoración de su adolescencia. El tiempo de juegos y risas no ha terminado, les han concedido una prórroga el acné y los primeros idilios, y en el patio aún podemos disfrutar con los alumnos de los grupos de primer ciclo, que ansían e intentan, de vez en cuando, transgredir el reglamento y cruzar las puertas de centro en los recreos, como si fuera pudieran encontrar la libertad o las respuestas a quién sabe qué preguntas.
A veces este trabajo es un regalo maravilloso.
Una cajita de tiempo con un reloj, que nos permite viajar al pasado, sentirnos de nuevo unos niños, reirnos de tonterías, sorprendernos cada día con mil historias, con todo lo que nos queda por descubrir.

... con quién estuve, con quién me puse yo a bailar".

jueves, 2 de octubre de 2008

2. La vida es un tango...

El primer contacto con un grupo siempre es extraño. Es algo así como el primer día en una academia de bailes de salón.
En la primera clase, por lo general, suelen tomar asiento en cuanto se lo indicas y también suelen mirarte, evaluándote concienzudamente, en silencio y mostrando una aparente atención a tus palabras. Y todo eso, teniendo en cuenta que no les ofreces más que una repetición vulgar de lo que los demás profesores, que han desfilado por su aula antes que tú, han tenido la atención de comunicarles: libro de texto, tipo de cuaderno, orden del mismo, porcentajes de la evaluación, contenidos de la asignatura... Lo primero que quizá nos pueda sorprender es que estos niños no toman notas de nada y, después de que hayas garabateado las dos pizarras y les preguntes si puedes empezar a borrarlas, alguno abrirá la boca para preguntarte: "Pero, ¿había que copiarlo?" Y ahí empezará el tango que tendréis que bailar juntos, acoplándoos los ritmos, intentando no estropear la coreografía.
En las segundas clases es donde ya despuntan las personalidades y el profesor se da cuenta de qué alumnos tienen problemas de aprendizaje, cuáles son remolones, cuáles pasan del mundo... A veces te encuentras con un alumno charlatán, un chico o chica que es incapaz de contener su verborrea y no sólo interrumpe al profesor constantemente o cuchichea con el compañero, sino que no tiene problemas en responder cuando preguntas a otro alumno o en gritarles las cosas más peregrinas en medio de una explicación. Conocerás al alumno que, en los dictados, copia los signos ortográficos como si fueran una palabra más del ejercicio, al que no utiliza las tildes porque "vuelven feo al texto" y al que copia hasta tres veces la frase que repites para los compañeros perdidos. Ahí ya es imposible no darse cuenta de dónde y con quién nos encontramos. Ya ha empezado el baile y hay que estar atento para no perder el paso.
... y si te resbalas, sigue bailando.