viernes, 8 de enero de 2010

25. Qué maravilloso es vivir la vida contigo.

Tú, que sabes chasquear los dedos y hacer que lo bueno sea aún mejor y que lo malo no sea para tanto. Ese hombre al que enseñé a hacer bolas con los calcetines y triángulos con las bolsas de plástico. Y que disfrutó con el proceso, expectante como un niño en la noche de Reyes. Nunca pensé que compartiría biblioteca en el salón y cama de dos por dos. Nunca creí que sería capaz de dejar mi cuaderno de notas sin importarme que alguien leyera cómo veo el mundo. Y es que a veces pienso que miramos a través de los mismos ojos.

Es un regalo poder caminar a tu lado, cada uno en sus zapatos. Y hacer planes, escuchar cómo vibran los cristales de la galería con Tchaikovsky, asustar al perro del vecino, saltar los escalones hasta el descansillo, enredarnos con las madejas de lana de la manta que nunca logro terminar, cantar por las calles vacías, hacer el pino en el mar, leer el periódico a cuatro manos, pelearnos por el mando de la tele, robarnos las palomitas cuando el otro no mira, quedarnos dormidos, uno sobre otro, en el sofá.

Pero el baño, cariño, te toca fregarlo a ti.