Voy a aprovecharme todo lo que pueda de mis días de lesión, y ya que no puedo caminar, saltar ni hacer el mono de cualquier manera imaginable; voy a volver atrás en el tiempo.
viernes, 1 de octubre de 2010
64. Gone with the wind
Voy a aprovecharme todo lo que pueda de mis días de lesión, y ya que no puedo caminar, saltar ni hacer el mono de cualquier manera imaginable; voy a volver atrás en el tiempo.
martes, 28 de septiembre de 2010
63. The End...
Ésta sí que es una canción.
La nuestra.
Cierro los ojos mientras revolotean los recuerdos a mi alrededor, entre los copos de nieve de este invierno eterno del que no puedo escapar. Y es este silencio, este para siempre; el sonido sordo del agua, chapoteo que antes fue hielo firme, colgante, afilado y punzante sobre mi ventana abierta.
Nunca volveré a casa. No hay un lugar al que regresar.
El mar del verano ya nunca será el mismo.
Ahora que sé quién eras, que sé todo lo que escondías de mi mirada, lo que reposaba en la cadencia de tu voz cuando me cantabas al oído, en la oscuridad...
Y yo te creía. Yo te creí.
Y ahora el estío ha quedado encadenado, preso bajo las toneladas de hielo y nieve que me apartan del mundo. Ni si quiera está aquí, en la habitación cerrada en la que se ha convertido mi mente.
Me resisto. A pesar de que eres tú. A pesar de que silbas, ausente, pisando descuidado la nieve virgen. A pesar de que es nuestra canción. Me quedo quieta, escondida, reteniendo las agujas de mi reloj de pulsera entre mis dedos.
Nunca hablamos de esto.
Es invierno.
Y nieva sobre el mar.
... of the World.
jueves, 3 de junio de 2010
62. María con tiempo, hija de reina.
Adoro el verano que se me cuela en el salón con las primeras palabras de esta niña que conoce todos los secretos de universo y se los guarda para soñarlos sola.
Mi niña de rubios rizos que no tiene miedo a la oscuridad, a la que le encanta saber más que nadie de las princesas de verdad y de los príncipes más azules que Pitufo Gruñón.
Y nos escondemos del invierno frío de los días, que vuelan y se escapan como polillas, bajo mi colcha de margaritas y yo no puedo parar de reír y de desear constantemente, una y otra vez, que no nos encuentre el tiempo.
Mariposas de cosquillas, cargadas de polvo de duende.
Dulces sueños, pequeña.
miércoles, 2 de junio de 2010
lunes, 31 de mayo de 2010
60. “Que no quiero borrachos, ni locos de atar. Ningún mamarracho que me haga llorar.
Pues se equivocan damas y caballeros. Hasta mi mesa en penumbra, apartada de las ancianas que meriendan destripando a personajes del colorín y altos ejecutivos, comerciales o el pasante de un despacho de tres al cuarto se entretienen con sus blackberries o con sus corbatas o su pelo, se tiene que acercar un tipo de estos extraños, periódico en mano que, a pesar de ver que ya estoy leyendo, me pregunta si quiero leer la prensa, es más, ante mis negativas, insiste el hombre con cierto apasionamiento porque “pasan en el mundo muchas más cosas de interés que en un mal libro de poemas”.
Dejemos las opiniones personales sobre la poesía –tendríamos mucho que decir si nos metemos en esos jardines, señor del periódico. Para empezar, a las siete de la tarde ya están digeridas las noticias de ese ejemplar y casi, casi lo mejor que yo podría hacer si me interesara saber que van a publicar en la prensa local de una ciudad provinciana como la nuestra, sería llamar a L. y que me contara con qué abren mañana o, para continuar, más rápido y barato, pedir la clave wifie a la amable chica de la cafetería y acceder a cualquier edición online.
Pero no puedo evitar que ese chirrido desagradable me retumbe en los oídos como si fuera la reina malvada, transfigurada en bruja, que le ofrece la manzana envenenada a Blancanieves porque, ¿a quién puede interesarle el mundo exterior si no le interesa el mundo que late dentro de él? ¿Quién puede preocuparse por los goles o por la declaración populista de tal político si no es capaz de compartir sentimiento como el, el odio, el desprecio, la desgana, la desidia o incluso la ira.
Ahí siguió un rato más, periódico en mano, mientras yo jugaba a ignorarlo como se hace con los niños malos que se manchan las manos de tinta y no se las lavan antes de pedirse y comerse un pincho.
… Ni chicos perdidos buscando a mamá ni tipos muy finos que luego te la dan”.
viernes, 28 de mayo de 2010
59. En la vida, todo vuelve, todo vuelve….
Una siempre quiere conocer los porqués. Y le pide a la vida respuestas, perspectivas diferentes que le ayuden a comprender. Pero la vida, siempre sabia, te enfrenta con una situación similar en la que tú estás en la otra orilla y... entonces lo ves todo diferente, y se hace tan complicado no cometer los mismos errores que cometieron contigo...
Si le culpabas de haber jugado, ¿acaso estarás jugando tú? Si le reprochaste su confianza, su cercanía... ¿no eres cercana tú también? ¿No le abrazas y le escuchas, le preguntas y te interesas por cada detalle que tiene que ver con él? Y te sientes prisionera de los errores que cometieron y cometes, intentando quizá no errar en lo más importante, no hacer daño en lo fundamental. Aunque una parte de ti te dice que la mayor herida ya estaba hecha incluso antes de que tú dijeras nada. Antes de que tú lo supieras, tan siquiera.
Me miras de esa forma extraña, mezcla de los ojos que admiran los cuadros en los museos, de la mirada ilusionada de los niños en los parques y de esa emocionada que acompaña a las buenas noticias. Me gustaría ser mejor. Ser diferente. Hablar menos, poder entenderte más. Me gustaría llegar a esos rincones a los que nadie llega y hacer que se te olvidaran tus mil dolores pequeños. Pero sólo soy yo. Sólo yo. Y me siento en el suelo de mi habitación con esas hojas escritas por ti entre mis manos, herida por tu dolor, el dolor que he causado yo. Es imposible no ver al otro lado del espejo, no sentir que hubo un momento en el que otro se sentó con mi realidad y sintió los daños causados. En la vida todo vuelve. Todo vuelve. Todo.
Y ya siento que no haya podido darte ni mi querer ni mi consuelo, tan si quiera una firme amistad. Todo lo derrumbó el terremoto obsesivo de tu amor. Quizá algún día olvidemos –o no – y visitemos nuestra Pompeya.
Aunque quizá no como se marchó.
miércoles, 26 de mayo de 2010
58. Sueño.
sobre la tumba de nuestro olvido.
Paseo por el mercadillo con mi madre pisándome los talones, comentando vidas ajenas y colgada de su teléfono móvil. Todos los puestos llenos de colores, los olores a inciensos y ese sol de primavera que lo inunda todo. Parpadeo. No puede ser. ¡Es él! Está colgando un par de camisas blancas de un burro de metal. Se da la vuelta para marcharse y yo, sin pensarlo, corro tras él. Le alcanzo ya en la calle de atrás. Le llamo. Se gira. Por un instante pienso que va a marcharse sin decirme nada, que no se acordará de mí... pero me mira y yo encadeno tres preguntas sin dejarle responder. Y le sonrío.
Tiene el pelo más largo que de costumbre, no con un aspecto desaliñado, es como si sencillamente se lo hubiera dejado crecer un poco más. Se lleva las manos a la cabeza, se peina en un gesto tan suyo que hace que me estremezca. Entonces me doy cuenta de que está sudando, tiene mala cara. Me acerco y le toco la frente. "Tienes fiebre. ¿Estás enfermo?" Y me atrae hacia él y yo le miro a esos ojos que se acercan... y me besa. Cuando abro los míos me doy cuenta de que estamos en una habitación pequeña, algo oscura y con la puerta entreabierta. Sigue abrazándome y me besa en el cuello con desesperación. Yo intento balbucear algo... pero es inútil.
Cuando se sienta un momento, aprovecho la ocasión para preguntar qué fue lo que le sucedió entonces. "Era por ella. Yo ya se la había presentado a Aarón". No entiendo demasiado, no sé quién es Aarón pero parece evidente que ha fallecido. Apoya su cabeza sobre su puño cerrado, en la mesa. "¿Y lo de tu padre?". Oigo sus sollozos y la respiración entrecortada por las lágrimas. Le abrazo. "Ya pasó. Estoy aquí". Y se vuelve, me abraza y se cobija en mi cuerpo. Le acario el pelo. Sonrío. Le beso como a un niño, mientras se calma poquito a poco. "Esta tarde puedo decir que tengo una boda. Podemos vernos a las 18.45 y estar juntos". Pienso en decirle otra hora. Pienso en que yo iré en vaqueros. Pienso en que mi madre no va a creer que haya pasado esto... Pero acepto.
Y justo entonces... me despierto.
lunes, 24 de mayo de 2010
57. “Alguien me dijo que se había ido/ fuera de la ciudad. Y volví a verle…
Me detengo ante un escaparte que me es familiar y recuerdo que ahí es justamente donde me he comprado mi último bolso. Se lo muestro a Julia que me comenta no sé qué de los bordados y los brocados. Yo estoy bastante distraída. Hace unos minutos que ha empezado a molestarme un pie y le propongo entrar a tomar algo en el próximo local que encontremos. “Te duele tanto? ¿No aguantas hasta mi casa?”. La miro con un mohín de protesta y justamente en ese instante veo la puerta de una sidrería. Le sonrío mientras camino de espaldas, sin dejar de mirar cómo me observa sorprendida.
Elijo una mesa hacia la mitad del lugar y antes de sentarme ya tengo al lado a un camarero muy simpático que nos pregunta qué deseamos tomar. Julia pide dos descafeinados con hielo y se sienta apartando el servilletero y doblando la carta para colocarla justo debajo. Retomamos la conversación hasta que nos sirven, momento en el que me ausento al baño para ver mi posible herida que, al final, no es más que una rozadura. A mi regreso, Julia está de cháchara con el camarero que se vuelve a la barra en cuanto me siento. “¿Necesitabas algo?” Julia me dice que no, que quería preguntar si había que reservar mesa para cenar los fines de semana porque a su marido le gustaría. “Bien”. Y le cuento, entre sorbo y sorbo, las andanzas de esta semana, comentamos nuestras últimas lecturas y alguna preocupación habitual. La sidrería se va llenando y poco a poco, casi sin darnos cuenta, tenemos que ir alzando cada vez más la voz para poder escucharnos.
Se ilumina la pantalla de su móvil y se la señalo con el dedo. Ella me hace un gesto con la mano, señalándome la alianza y responde. Su marido le pregunta sobre la ubicación de unos gemelos y yo, que empiezo a aburrirme, decido confeccionar un cubito con una servilleta. Alargo la mano y atraigo el servilletero hacia mí, con la carta aún debajo. Y tiro de la primera servilleta que coloco estirada sobre la mesa para empezar a realizar los pertinentes dobleces. De pronto, el corazón me da un vuelco al ver el nombre de la calle. Intento respirar con calma pero al leer el nombre de la sidrería me mareo. Levanto la vista y me encuentro con la cara desencajada de Julia que parece preocupada ante mi reacción. Dirá que sólo es un lugar, que no tiene por qué aparecer por la puerta... Que ha sido cosa mía entrar. Pero ella sigue blanca como una de las paredes y mira hacia la barra. Me dispongo a levantarme, a salir corriendo hacia alguna parte cuando mis ojos coinciden en el mismo punto que los suyos y me siento de golpe, colapsada.
Allí está. No le veo la cara pero su remolino me lo dice todo. Es él. Está hablando con alguien a quien no puedo ver porque su propio cuerpo me lo impide. Giro la cabeza. No me lo puedo creer. Esto es demasiado. Vuelvo a mirar. ¡Dios mío! Metro sesenta, pelo castaño, ojos rasgados, esa nariz, su complexión... La miro y me cuesta creerlo. “Yo tengo ese vestido”. Julia está mirándonos a los tres y tampoco parece creérselo. “Vámonos”. Cojo mi bolso, me pongo en pie y nos dirigimos a la puerta. En la salida me vuelvo hacia ella. Aún no me lo creo. “¿La has visto?” Julia asiente. “Es como..., como...”. Julia parpadea, se vuelve, la mira de nuevo y me dice: “Es igual que tú”. Nos detenemos a observarles. Yo veo como se dirige a ella, su forma de gesticular, de tocarse el pelo y de posar sus ojos en su escote descaradamente. Ella ni se da cuenta y continúa hablando y sonriendo. “No es como yo”. Las dos nos miramos. “¿La conocías? ¿Sabes cómo se llama?”. Julia se encoge de hombros mientras me susurra al oído un qué importa que amortigua su voz pronunciando un nombre. Me giro instintivamente y le miro. Él la mira a ella que se aleja hacia los baños, mientras le muestra su bolso, elevándolo sobre las cabezas de la gente. Julia me pide disculpas por haberme dejado entrar aquí. Yo salgo a la fría noche como un autómata. “Todo el mundo tiene un doble en algún lugar... Yo lo que encuentro más desagradable es que el tuyo esté precisamente a su lado. Pero eso confirma mis teorías. ¡Ella es como tú... dentro de más de una década! ¿No es eso suficiente confirmación de todo lo que te he estado diciendo?” Oigo la voz de Julia a lo lejos, casi como si no fuera conmigo toda esta historia. Quiero que se haga el silencio de una vez. Por hoy ya he tenido suficiente.
viernes, 21 de mayo de 2010
56. Mujeres V
miércoles, 19 de mayo de 2010
55. Mujeres IV
lunes, 17 de mayo de 2010
54. Mujeres III
viernes, 14 de mayo de 2010
53. Mujeres II
miércoles, 12 de mayo de 2010
52. Mujeres I
Y esta ciudad. Esta ciudad inmensa, pequeña, obstinada, llena de tí, con nada de mí, sembrada de pasos marcados, de días perdidos, de noches sin juicio, mañanas oscuras y tardes, tardes, tardes de versos, de sueños, de promesas, de silencio.
lunes, 10 de mayo de 2010
51. Yo sé lo que ve cuando te mira.
esos ojos oscuros, llenos de misterio,
las largas pestañas
ese bosque de silencio.
La nariz que se arruga con la risa.
La boca de rosa, dichosa de la alegría.
Yo sé lo que ve cuando te mira,
Esas palabras de amor que le dedicas,
tus suspiros de agua,
la frescura de la fuente de tu risa;
esa perpetua risa que es como la lluvia
para nuestra edad de sequías.
Yo sé lo que ve cuando te mira,
mas no sabes que sé lo que tú no ves al verle a él.
Sólo son un puñado de años,
un puñado de tazas de café
que se amontonan en el fregadero.
Y la vida que sigue, y sigue…
Y nunca se detiene a esperar.
Yo sé lo que ves cuando le miras.
Guardaré el secreto de tu risa.
Para aquel que corrió el riesgo cardíaco de enamorarse de una niña tan joven, tan joven, que aún le creía sus historias para no dormir y le reía hasta las lágrimas todas las bromas. Nada dura para siempre pero… ¡cómo gozaste mientras duró!
viernes, 7 de mayo de 2010
50. Mi expulsión del paraíso.

Hay un momento en nuestra infancia en el que somos expulsados de Nunca Jamás, ese lugar de juegos y aventuras en el que vivimos mientras somos inconscientes de la doble cara de la vida. Todos tenemos un instante en el que nos vemos de pronto, sin dolor pero con rabia, fuera del paraíso. Y nos contemplamos a nosotros mismos como si no nos reconociéramos en nuestro reflejo. Yo soy el mismo. Me gusta reír. Sí, sí, pero nunca más te saldrá la risa desde ahí adentro, nunca más verás el mundo con aquellos ojos despreocupados y libres, ¿entiendes? La vida no será la misma. Y tú tampoco la vivirás igual. Quizá algún día seas valiente y recuperes el mapa del tesoro en los ojos de tu hijo. Quizá puedas volar de su mano y regresar a Nunca Jamás.
Yo tenía sólo trece años y pasaba un verano interminable en el pueblo. Mi principal preocupación era encontrar animalitos, correr por las eras y reírme con Luis. Vivíamos a unas seis casas y nuestras familias pasaban las noches de tertulia en su patio. Desde mi jardín a su puerta había seis rosales que cada mes de agosto parecían languidecer mientras el sol los acariciaba... los golpeaba. Yo recorría el camino fijándome en las piedras planas, en las rocas rotas, en el polvo que levantaban las bicicletas de los que se marchaban de excursión al río. Llegaba a la puerta y antes de llamar siempre me acercaba para escuchar los ruidos de la casa. Oía a Magda que regañaba a Pedro por saltar sobre las camas, a Pepe que estaba inquieto repasando en voz alta las definiciones de las palabras que le faltaban para terminar su crucigrama. Y a Nieves, la pequeña, que balbuceaba entre gateos y lloros, intentando siempre escaparse de la valla protectora del pasillo de abajo. Luis era el silencio. Nunca se le oía ni decir ni hacer nada. Pero nunca estaba quieto. Solía escribir frente a la ventana del cuarto de sus padres, por ser la más iluminada y la que tenía mejores vistas del jardín. Yo saludaba con un gesto a la madre, al padre y a sus hermanos, y me deslizaba hasta la habitación sintiendo el frescor de los gruesos muros de blanco impoluto. Lo hacía con todo el sigilo, con todo el cuidado... pero él siempre me descubría y al llegar yo al quicio de la puerta, Luis ya había guardado los cuadernos y me esperaba con gesto divertido.
Salía corriendo de la casa. A veces yo resbalaba por el camino y me caía al suelo, sentada, y ante su cara preocupada, yo rompía a reír sin poder evitarlo. Luis saltaba las vallas de los campos, capturaba lagartijas y seguía a las hormigas hasta encontrar su casa. Nos subíamos a los árboles para cantar a la luna cuando empezaba a caer la tarde. Y regresábamos por el camino entre risas, empapados, con los gritos de fondo de algún aldeano enfadado tras descubrirnos dentro del pilón y ver toda el agua derramada. Yo entraba a casa sin despedirme y me iba quitando los pantalones cortos y la camiseta de tirantes mientras subía por las escaleras. Los arrojaba al cesto de la ropa sucia desde la puerta y festejaba mi buen tiro con un salto. Me secaba el pelo, me ponía ropa seca y bajaba al banco de la tapia, para contar las estrellas juntos antes de cenar.
"¿Nunca me vas a decir que me quieres?". Y enrojecía desde las mejillas hasta la raíz del pelo. Nunca diría que no te quise. Que no te quiero un poquito todavía. Pero entonces, tan pocos años... no podía decirte nada más. Y a los quince ya no estabas para declararte. El otoño fue complicado, el invierno te mostró que no había cuenta atrás. Y no hubo donaciones ni trasplantes, no hubo más lunas que mirar. Tu madre me abrió la puerta destrozada y yo no podía creer que fuera verdad. Te busqué en el silencio del río, en el de las fuentes de la plaza; entre ese silencio atronador que se hizo en tu casa, entre tus hermanos y tus padres. Subí al cementerio a ver las piedras blancas, de blanco lunar como tú decías. Pero yo no pude verte en ninguna. No pude. Me tumbé entre la tierra llorando, muerta de frío en agosto y llena de miedo, y de angustia, de impotencia... Por la noche llegué a casa tan cansada y triste, tan serena y plena de realidad que no me reconocía. Me senté en el banco de la tapia a mirarte. A verte contando estrellas. Y entonces me di cuenta de que ya nunca nada volvería a ser igual.
Para Juan Ramón,
In Memoriam.
miércoles, 5 de mayo de 2010
49. Menos mal que has vuelto...
Yo me pregunto cómo es el mundo que ves cuando abres esos enormes ojos cada mañana. Qué te dicen a ti los pájaros y las flores, cómo ves los colores de los cuadros y eliges las imágenes para confeccionar los collages de tu agenda. Yo sólo te veo a ti. ¡Sólo...! Y me asusta ver el reflejo de toda la humanidad en cada gesto tuyo, en cada palabra, en cada sonrisa, en cada mohín. Eres tan humana... tan deliciosamente humana como este amor. Cierro los ojos. Puedo verte sentada a mi lado, con la mente en cualquier otra parte, soñando con piratas, libros perdidos, un código... pero aquí. Puedo sentir tu presencia, tu inconfundible olor a rosas y el ir y venir de tus manos que, como mariposas inquietas, anotan un verso, suben un dobladillo o vuelven a su lugar a un rizo rebelde. Todo, todo. Todo es tu huella en mí.
Y cierras los ojos en tu cama, en tu mundo. Y yo me tumbo en el suelo de mi habitación, otro universo. A veces pienso que me gustaría quererte menos... para poder amarte más. Locuras. Tonterías que nunca te llegaré a contar. Sólo eso, confesiones sueltas de alguien que es feliz. Sólo es feliz. Y eso... es gracias a ese latido que siento rítmico aquí dentro, dentro, dentro... dónde estás tú.
lunes, 3 de mayo de 2010
48. Hace tiempo yo también fui carne de bolero.
El comienzo de aquella historia no nos gustaba. Yo me contenía mientras hablaba con Carla por teléfono, pero tú no podías dejar de protestar ante la desigualdad social y el clasismo. “Porque creo en la igualdad de clases”. Y me lo decías tan terriblemente convencido que yo no podía dudar ni por un instante que nuestras cenas y las charlas no estaban dentro de tus ideales, que me veías como a tu igual, tu compañera. Esa Campanilla que te regala pensamientos alegres para que puedas volar y regresar a los lugares que más has amado, junto a las personas que supieron leer las líneas de tus manos y no quisieron conocer cifras o balances, apellidos o color de tu sangre.
Mi reloj de pulsera se ahoga entre segundos cuadriculados. Siento que no puedo escapar de este ambiente asfixiante en el que tú y yo nadamos a contracorriente para que nadie descubra que ha sucedido algo irreparable. Luchamos contra los elementos, luchamos contra nosotros mismos... yo me muero. Lorca reposa en mi mesita de noche y me mira con languidez. Hoy no puedo leer nada. No me siento con fuerzas para realizar otro viaje. ¿Fuimos juntos a alguna parte? Tu madre me mira aún desde el otro extremo de la mesa y me tiende la mano con fingida cortesía. Ahí es cuando mi vestido de espejos se agrieta y comienzan a partirse mis imágenes de colores. Lo nuestro se diluye en el material del que se construyen los sueños, la magia... y los boleros.
en cambio yo seguí pensando en ti”.
martes, 27 de abril de 2010
47. "No hay despedidas...
Ahora es un hombre. A veces no puedo resistirme y creo ver al niño atrapado ahí adentro, bajo los dibujos que le colorean la piel y con los que escribe para el mundo la historia que quiere que conozcan de él.
Al menos sigue persiguiendo su sueño. Yo lo abandoné. Lo sé. Me desperté un día fuera de Nunca Jamás. Y lo más triste es haberlo descubierto ahora, al verme ahí, en mi reflejo.
domingo, 18 de abril de 2010
46. "La magia del primer amor consiste...
No te esperas que sea frío y descafeinado, cortante como el filo de un cuchillo y extraño, como si nunca te hubiera cogido tan siquiera de la mano. Y te quedas así, como si acabaras de alunizar en un planeta extraño y parte del aroma de aquellos tiempos pasados se lo llevara el gélido viento de esta extraña primavera.
Y es que aún yo guardo en mi cajita hermosos recuerdos. Tengo una habitación soleada en el corazón para cada uno de aquellos días y la ventilo a diario, no vaya a ser que se me cuele la humedad de los rencores y las lágrimas.
No sé. Quizá hubiera sido mejor haber guardado silencio. A veces mis teclas están mejor calladas.
lunes, 29 de marzo de 2010
45. “La amistad de un solo sabio vale más …
…que la de un gran número de locos”.
viernes, 26 de marzo de 2010
44. “Cuidado con la tristeza…
… es un vicio”.
miércoles, 24 de marzo de 2010
43. "-La mujer, amigo mío, es un ser que por más que lo estudies te resulta siempre nuevo."
Nos besamos, conversamos con otra conocida a la que nos hemos encontrado por casualidad, discutimos acerca del mejor restaurante para nuestra comida y nos encaminamos hacia él hablando de esto y de lo otro, de anécdotas, perros, niños; de otras amigas casadas, solteras, madres, etc. Pasito a paso, hilando las palabras, llegamos al italiano, pedimos mesa, revisamos la carta, escogemos plato para compartir –seguimos sin comer demasiado- y revisamos cuidadosamente cómo estábamos y cómo nos encontramos.
Ocho horas después de su llegada, volvemos a la misma estación, sentimos que hemos recuperado un trocito brillante de juventud, de inconsciencia, de ilusión. Quedamos en vernos pronto. No queremos dejar que pase tanto tiempo. Quizá no nos habíamos dado cuenta hasta este día juntas de lo mucho que echábamos de menos todo aquello.
Hace una noche preciosa. Estrellada. No hay malos augurios.
… "-Entonces vale más no estudiarlo."
lunes, 22 de marzo de 2010
42. "Niños pequeños, preocupación pequeña...
Descartada la idea inicial de comprar ropita pequeñita y fácil de escoger en grupo, queda también eliminada la opción del color blanco porque a la mayoría le parece sucio y son de la opinión de que, dado que los bebés son bastante guarretes -ésto no lo dicen de esta manera, claro, que todo lo relacionado con los bebés, hasta "eso" les resulta mono, mono-, hay que lavarla muchas veces y, después de multitud de lavados - ¿no crecen antes de poder estrenar todo lo que te han regalado? - resulta que amarillea.
Dado que no tenemos ni idea de si se tratará de una princesita o de un pirata - eso lo dice A., que es una cursi-, no podemos optar por los manidos rosa y azul pastelón, bastante aburridos para mi gusto pero que parecen tener una amplia acogida entre las otras féminas, que disfrutan manoseando y estirando chaquetitas y pentaloncitos de punto -bastante caros, por cierto- ante la mirada, ya algo mosqueada, de la dependienta - ¿he dicho ya que eran caros?-.
Pensamos en colores que puedan ser utilizados por un niño o por una niña y la dependienta nos ofrece una gama de pijamas, bodies y conjuntos de algodón en un tono amarillo clara de huevo que, según A. - ya digo que es la experta en este rollo-bebé-, estuvo muy de moda hace unos años, pero ahora no se lleva nada de nada y es hasta hortera regalar una canastilla en color amarillo pollito, como si estuviéramos regalándole un nido, entre la cesta de mimbre y todos los accesorios-polluelo.
A estas alturas de la tarde, ya tenemos los tres mostradores a rebosar de ropita de bebé de diferentes tamaños, que forma una especie de arcoiris descolorido y caótico. También contamos con una dependienta que está hasta la peineta de nosotras, de los padres benditos que no han querido conocer el sexo del bebé y sobre todo de A., que se ha separado del grupo y se ha puesto a inspeccionar los cochecitos convertibles de bebé, desmontándolos, probando a abrirlos y cerrarlos... de manera que la dependienta no podía recoger el material disperso por los mostradores, tampoco quería dejar a A. manipulando los cochecitos para ir en busca de más género a la trastienda y, como ocupábamos toda la superficie de la tienda, no se veía capaz de tomarse un descanso de nosotras, atendiendo a otros clientes más razonables.
En estas nos encontrábamos cuando el marido de L., que pasaba por delante del escaparate de la tienda, se sorprendió al vernos aún allí y entró al rescate de la pobre dependienta. Y le dijo a A., como quién no quiere la cosa, que lo que se llevaba ahora para los niños era el verde; un color vivo, llamativo y unisex. "¿Y qué significa el verde?", le preguntó A., con desconfianza. "Esperanza". El marido de L. respondía seguro. "¿No ves cómo están hoy los chavales? Pues todo lo que nos dé esperanzas de que los que van naciendo vendrán menos guerreros es poco".
Y después de más de tres horas de cónclave, habemus canastilla.
viernes, 19 de marzo de 2010
41. ¿El fantasma o Tú? ¿Tú o el fantasma?¿Cuál eres tú?
Tumbada en mi cama, soñando despierta sobre el jardín de flores rosas y azules del edredón, te imaginaba tan guapo, tocando en el local de turno, con un público enfebrecido a tus pies. Me sentía allí, flotando sobre el humo del tabaco, observándote en silencio, llena de admiración.
Me dormía cada noche con una sonrisa en los labios.
¿Era eso lo que querías sabes? A pesar de todo lo que pasó, de lo que no fue bueno, de lo que resultó bastante malo. A pesar de todo lo pasado, no me pesan nuestras travesuras, el eco de mi risa en tu cuello, aquella canción que siempre te pedía que me tarareras.
Sí, sí. Ninguna de aquellas noches amanecieron mis flores empapadas.
"El problema es tener que abandonarte a ti a cambio de un fantasma".
miércoles, 17 de marzo de 2010
40. Conservo tan vívido el recuerdo de aquella montaña rusa...
Algunos de mis peluches se conservan en el mismo lugar de las estanterías en el que yo los recuerdo. Y el tablón de notas, antes cargado de postales, fotografías de amigas y teléfonos de los chicos que conocíamos los fines de semana, y que conservábamos como pequeños trofeos, se encuentra medio vacío, sólo coloreado por algunas chinchetas redondas, salpicadas de forma desordenada por toda la superficie. Mi cama, con mi almohada, confidente de noches en blanco y de alguna que otra lágrima; mis armarios, siempre atestados de ropa de la que nunca me quería desprender porque me recorrdaba a ese cumpleaños, a aquella tarde, a una noche con J...
Todo mi mundo y mi refugio estaba dentro de estas cuatro paredes. Nada me faltaba cuando estaba aquí. Incluso podía estirar el cable del teléfono del pasillo y colarlo de forma clandestina en mi cuarto para jugar a lo de cuelga tú..., no..., cuelga tú..., no..., con más intimidad. Y, al otro lado de la línea, siempre, la música de fondo, el parloteo de los chicos que preparan los sacos para dormir, las risas de J., tan estridentes y diabólicas, y su voz, tan..., tan...
Lo siento. Sobredosis de adolescencia...
lunes, 15 de marzo de 2010
39. "Casi siempre disculpamos lo que logramos comprender".
Esta mañana cuando me disponía a leer en clase aquello de "Nunca de amaros yo dejé hasta ahora,/ señora, ni lo haré mientras viva", para analizar la influencia de la poesía italiana en la lírica de Garcilaso de la Vega, me encontré con cuatro alumnos mirando por las ventanas, otros dos que se estaban pasando una nota, un grupo que empezaban una pelea de corrimiento de mesas y el resto, que no había traído el libro y protestaba a voz en grito porque pretendían que se suspendiera la clase por falta de materiales. Sólo tres niñas del fondo levantaban las manos, agitándolas como si así pudieran apartar el jaleo que nos asfixiaba en en el aula. Una de ellas me gritó con una voz de barítono algo cascada: "¡Que hables más alto, que no se te oye!".
Así que dejé dormitando libro, con el poema descansando sobre mi cuaderno de notas y me pregunté cómo estaría la P., si añoraría la enseñanza y si aún nos recordaría. Y por qué no reconocerlo, también pensé en lo que hubiera hecho ella con esta jauría que nunca se emocionará con unos versos ni escribirá una carta de amor, que no sentirá respeto por nadie, ni siquiera por uno mismo, y que no conocerá la piedad.
Observo el enjambre, dejo que su zumbido se convierta en sinfonía y releo el poema una y otra vez, una y otra vez.
... ¿Les perdonaré algún día?
viernes, 12 de marzo de 2010
38. La mejor actriz no es la protagonista de la obra...
Y ser la nuera que siempre queda en un mal papel, tanto si deja que los niños jueguen y se ensucien, como si intenta mantener los vestiditos de los pequeños pajes impolutos. Siempre mejorable, siempre insuficiente o con un aprobado por los pelos sea lo que sea de lo que se trate: la comida de Año Nuevo, el tono de las camisas de su hijo o el papel escogido para las paredes del recibidor. Hay algo que chirría hasta hacer que le moleste a su cabeza o a sus oídos. Y es que siempre están las cuñadas, con esas aureolas de magnificencia, sea porque no tienen niños y van más arregladas por lo que nunca se las encuentran los conocidos sin maquillar; porque no descuidan su imagen y no se apean de los tacones ni para ir al súper, y es que siempre, siempre conocen los mejores restaurantes, escogen mejor los vinos y destilan ese aire cosmopolita que a ti te falta y que nunca tendrás. Ellas sí que dominan el arte del saber estar.
Suegra es una palabra fea. Fea, feísima. Y todas lo seremos casi con toda seguridad. Y casi con la misma seguridad nos sentiremos cómodas en ese disfraz y creeremos que actuamos correctamente; que el mundo gira tal y como nosotras lo sentimos ya que hemos criado a nuestros hijos, hemos visto envejecer a nuestros maridos y hemos terminado aceptándonos y disfrutando -más o menos- de esa que nos mira desde el otro lado del espejo. Pero, por un instante, imagináoslo, quizá por un instante demasiado largo, creamos que hemos sido destronadas. Sí, sí, que el hijo al que le escogíamos hasta los calzoncillos ya no viene a casa ni a probar nuestra tarta de melocotón y que nuestros nietos tienen un amor de madre con el que no compiten helados ni chocolates con churros por doquier. Entonces, recordemos. Sólo recordemos.
... es esa secundaria generosa que sostiene su actuación.
miércoles, 10 de marzo de 2010
37. "Muchas veces se suelen perder los hombres...
... por el camino mismo que pensaban remediarse".
lunes, 8 de marzo de 2010
36. "El hombre no puede saltar fuera de su sombra".
¿Qué tendrá el matrimonio que me espanta de esta forma, que me produce este vértigo intestinal que sube hasta mi garganta y hace que se me reseque la boca? Es la palabra misma. No me fascina como me sucede con otras tales como libélula o caleidoscopio, y eso, claro, ya me condiciona. A. insiste en que es una buena idea casarse y me narra con detalle las últimas bodas a las que ha acudido. Intercambiamos anécdotas de ceremonias poco convencionales a las que asistimos como invitadas. Nos distraemos buscando en la red restaurantes y contemplando las opciones de sus jardines y salones. Hacemos bromas con los nombres de algunos platos poco convencionales e imaginamos el cuadro abstracto que será imposible de comer, por extraño y hermoso. No puedo dejar de darle vueltas y aunque deseo preguntar y romper este velo de frivolidad, no me atrevo a cruzar nuestra frontera invisible. ¿Por qué es tan importante para ti la boda? ¿Tan importante fue para ti la tuya propia? Pero guardo silencio y me rio del acento francés con el que estamos leyendo los menús de un palacete del siglo XVI, con jardín renacentista y pianista incluido en el precio.
Desgraciadamente, la mujer, tampoco.
viernes, 5 de marzo de 2010
35. Quiero la inocencia de la infancia...
Decididamente, ni siquiera es posible imaginar cómo sería volver a los dieciséis.
Siempre se me cuela la puñetera treintena.
Será que me estoy haciendo, irremediablemente, vieja.
miércoles, 3 de marzo de 2010
34. "No le molestes, tiene insomnio...
lunes, 1 de marzo de 2010
33. "Cómo he podido ir y venir por tantos años ...
viernes, 26 de febrero de 2010
32. Los viejos rockeros nunca mueren, ...
Tengo fija en mi memoria aquella tarde en la que te convencí para acompañarme al cine, a la película para romanticona del momento. Recuerdo cómo te resististe al principio -porque tú eras un tío duro-, y cómo terminaste apoltronado en una de aquellas incómodas butacas de las viejas salas de entonces. Yo miraba el artesonado del techo, te explicaba que me gustaba ir a ese y no al nuevo porque éste antes había sido un teatro y disfrutaba fantaseando con las noches de estreno y con los vestidos fabulosos de las damas acariciando el suelo. Conservo la imagen de nuestras manos entrelazadas antes de que se hiciera la noche, como si de una polaroid se tratara. Dios mío, cuánto tiempo ha pasado desde los días en los que nos besábamos con descaro e imprudencia... Y lo terrible es que parece que acabásemos de despedirnos ante el portal de la casa de mis padres y es que yo aún te estoy viendo girar la esquina del banco, te lanzo un beso con la punta de los dedos y sonrío encandilada.
Te he visto en esas fotografías con tu chaqué, tan serio, tan mayor, tan cabeza de familia... que casi me creo que ese eras tú.
jueves, 25 de febrero de 2010
31. "Quiero clavarte una flecha en tu alma malvada, mirarte a la cara, ...
miércoles, 24 de febrero de 2010
30. "Sólo el olvido podría rescatarlos de la duda, ...
martes, 23 de febrero de 2010
29. "Voy a volar a las estrellas...
lunes, 22 de febrero de 2010
28. "Colgada al borde de la desidia...
domingo, 21 de febrero de 2010
27. "Hay lagartos con zapatos ...
Antes de entrar en la cabina, enfundadas ya en esos albornoces que parecen cosidos con trocitos de nube, analizamos a las parejitas que, como nosotras, esperan su masaje mientras disfrutan del jacuzzi, juguetean en las colchonetas o se relajan en un par de tumbonas. Nosotras nos sentamos ansiosas en el borde de la piscina climatizada, dejando que nuestros pies se sumerjan mientras nuestros ojos viajan de unos a otros, ávidos de historias llenas de misterio y pasión clandestina. Tenemos al casado, para nada culpable, que se merienda con los ojos a la que bien parece su secretaria. Estamos seguras de que le ha dicho a su mujer que llegará tarde a la cena puesto que está reunido. J. se ríe amargamente. Eso ha sido idea suya y aún le escuece la sal en su propia herida. También hay una parejita de tórtolos que visita el recinto por primera vez. No llevan demasiado tiempo juntos, ella muestra ciertos pudores cuando él señala su escote. Se sonroja y él se ríe. Ella le mire con descaro y los dos sonríen mirando al suelo. Les auguramos un buen futuro juntos. Una chica rubia escultural acaricia el pecho de un cincuentón sobre el que está recostada. Se relamen como gatitos. J. reconoce al tipo. Su mujer presenta un programa en la tele. Yo dudo que se trate del mismo hombre.
El masajista viene a recogernos y nos pregunta si auguramos algún escándalo que le permita comprarse una casa en L.A. y dedicarse a probar suerte en el cine. "¿Tú crees que el tío ese tiene algún reparo en que todo el mundo le vea con la Marilyn?" Me pregunta J. con soberbia. "Así son los hombres ricos. Nunca te casas con ellos. No importa lo atractiva, famosa o talentosa que seas. Ellos son los que se casan contigo. Ellos te eligen. Ellos deciden cuándo te quieren y por cuánto tiempo. No les importa lo que les cueste conseguirte, mantenerte o lo que tengan que pagar por librarse de ti. Qué puede importarles si tienen mucho de todo. Tienen tanto de todo que todo les sobra". Dani se esfuerza en que nos centremos en el abismo de la nada, vamos, quiere que nos callemos. J. saca la melena leonina del hueco de la camilla y le dedica su peor mueca. Yo aplaudo con las palmas por encima de mi cabeza . J. intenta recolocarse la toalla para poder responderle, cuando se resbala, y en un instante se encuentras despatarrada y desnuda, contrastando sus rizos rojos con el mármol del suelo. Dani la mira. No quiere mirarla pero lo hace así, de esa manera en la que no debería hacerlo, ya sabes, como si el naufragio ya fuera inevitable. Yo finjo mi mejor risa cascabelera, como si nada grave hubiera pasado, pensando ya en el cambio de escenario de la función de los jueves, dado que nuestro preferido se ha vuelto irremediablemente real.
sábado, 20 de febrero de 2010
26. "El problema no es tener que abandonarlo todo a cambio de ti.
Las tardes de lluvia y las noches tormentosas se fueron deslizando a través de las páginas de los libros de texto, entre los acordes del tema que nunca eras capaz de componer. Y sin saber cuándo ni cómo, nos encontramos besando los labios de un extraño que ya no era aquel artista loco del que nos enamoramos como idiotas.
Tic-tac. Corrí con mis zapatos rojos sobre todos los adoquines rotos. Tic-tac. Abrí los ojos y taconeé con placer de charco en charco. Tic-tac. Bailé en playas desiertas, llena de pasiones. Tic-tac. Bebí de menos y hablé de más. Tic-tac. Me reí hasta hacerme llorar. Tic-tac. Lloré hasta aprender a reirme de mí misma. Tic-tac. Y ahora, tantos años después, se cruzan nuestros caminos, así, de casualidad, en un "pasaba por aquí" que no nos resulta inocente a ninguno de los dos.
Y compramos café para llevar -como está tan de moda...-, nos lo tomamos en la calle, hablando de banalidades - Tú. Yo. Nosotros-. Nos vamos helando; será la nieve, será este miedo que no nos permite ni pensar siquiera dónde está la llave con la que encerramos a los que fuimos. Tú me miras a los ojos utilizando tus lentillas como escudo y yo, absorta en todo este absurdo monólogo interior, me escondo tras mis gafas negras.
viernes, 8 de enero de 2010
25. Qué maravilloso es vivir la vida contigo.
Es un regalo poder caminar a tu lado, cada uno en sus zapatos. Y hacer planes, escuchar cómo vibran los cristales de la galería con Tchaikovsky, asustar al perro del vecino, saltar los escalones hasta el descansillo, enredarnos con las madejas de lana de la manta que nunca logro terminar, cantar por las calles vacías, hacer el pino en el mar, leer el periódico a cuatro manos, pelearnos por el mando de la tele, robarnos las palomitas cuando el otro no mira, quedarnos dormidos, uno sobre otro, en el sofá.
Pero el baño, cariño, te toca fregarlo a ti.