jueves, 2 de octubre de 2008

2. La vida es un tango...

El primer contacto con un grupo siempre es extraño. Es algo así como el primer día en una academia de bailes de salón.
En la primera clase, por lo general, suelen tomar asiento en cuanto se lo indicas y también suelen mirarte, evaluándote concienzudamente, en silencio y mostrando una aparente atención a tus palabras. Y todo eso, teniendo en cuenta que no les ofreces más que una repetición vulgar de lo que los demás profesores, que han desfilado por su aula antes que tú, han tenido la atención de comunicarles: libro de texto, tipo de cuaderno, orden del mismo, porcentajes de la evaluación, contenidos de la asignatura... Lo primero que quizá nos pueda sorprender es que estos niños no toman notas de nada y, después de que hayas garabateado las dos pizarras y les preguntes si puedes empezar a borrarlas, alguno abrirá la boca para preguntarte: "Pero, ¿había que copiarlo?" Y ahí empezará el tango que tendréis que bailar juntos, acoplándoos los ritmos, intentando no estropear la coreografía.
En las segundas clases es donde ya despuntan las personalidades y el profesor se da cuenta de qué alumnos tienen problemas de aprendizaje, cuáles son remolones, cuáles pasan del mundo... A veces te encuentras con un alumno charlatán, un chico o chica que es incapaz de contener su verborrea y no sólo interrumpe al profesor constantemente o cuchichea con el compañero, sino que no tiene problemas en responder cuando preguntas a otro alumno o en gritarles las cosas más peregrinas en medio de una explicación. Conocerás al alumno que, en los dictados, copia los signos ortográficos como si fueran una palabra más del ejercicio, al que no utiliza las tildes porque "vuelven feo al texto" y al que copia hasta tres veces la frase que repites para los compañeros perdidos. Ahí ya es imposible no darse cuenta de dónde y con quién nos encontramos. Ya ha empezado el baile y hay que estar atento para no perder el paso.
... y si te resbalas, sigue bailando.