viernes, 1 de octubre de 2010

64. Gone with the wind

Escucho Tara´s Theme entusiasmada como una niña, loca porque dé comienzo el espectáculo y Escarlata acuda al baile, descubra que su amor es imposible y… y… Todo. Estoy como loca por volver a vivirlo todo de nuevo. Y es que el tiempo no se llevó mi enloquecida pasión por cada uno de los minutos de esta cinta que, ahora, tengo en edición especial, remasterizada, con extras y no sé cuántas virguerías más.

Voy a aprovecharme todo lo que pueda de mis días de lesión, y ya que no puedo caminar, saltar ni hacer el mono de cualquier manera imaginable; voy a volver atrás en el tiempo.
Acompañadme si os place. Y si no, vosotros os lo perdéis.

martes, 28 de septiembre de 2010

63. The End...

Ésta sí que es una canción.

La nuestra.

Cierro los ojos mientras revolotean los recuerdos a mi alrededor, entre los copos de nieve de este invierno eterno del que no puedo escapar. Y es este silencio, este para siempre; el sonido sordo del agua, chapoteo que antes fue hielo firme, colgante, afilado y punzante sobre mi ventana abierta.

Nunca volveré a casa. No hay un lugar al que regresar.

El mar del verano ya nunca será el mismo.

Ahora que sé quién eras, que sé todo lo que escondías de mi mirada, lo que reposaba en la cadencia de tu voz cuando me cantabas al oído, en la oscuridad...

Y yo te creía. Yo te creí.

Y ahora el estío ha quedado encadenado, preso bajo las toneladas de hielo y nieve que me apartan del mundo. Ni si quiera está aquí, en la habitación cerrada en la que se ha convertido mi mente.

Me resisto. A pesar de que eres tú. A pesar de que silbas, ausente, pisando descuidado la nieve virgen. A pesar de que es nuestra canción. Me quedo quieta, escondida, reteniendo las agujas de mi reloj de pulsera entre mis dedos.


Nunca hablamos de esto.

Es invierno.

Y nieva sobre el mar.

... of the World.

jueves, 3 de junio de 2010

62. María con tiempo, hija de reina.

El parque enorme ante mi ventana y yo, con mi eterno café en mi taza de Betty Boop, veo el verano enredarse entre el pelo de María que se columpia entre risas y se asusta tomando la mano de su madre y rompiendo a reír.

Adoro el verano que se me cuela en el salón con las primeras palabras de esta niña que conoce todos los secretos de universo y se los guarda para soñarlos sola.

Mi niña de rubios rizos que no tiene miedo a la oscuridad, a la que le encanta saber más que nadie de las princesas de verdad y de los príncipes más azules que Pitufo Gruñón.

Y nos escondemos del invierno frío de los días, que vuelan y se escapan como polillas, bajo mi colcha de margaritas y yo no puedo parar de reír y de desear constantemente, una y otra vez, que no nos encuentre el tiempo.

Mariposas de cosquillas, cargadas de polvo de duende.
María se duerme en mi regazo y la beso delicadamente, intentando que mi beso entre de puntillas a ese reino infantil, a ese Nunca Jamás, a ese lugar mágico donde no caben otra cosa que la magia y la ilusión.


Dulces sueños, pequeña.

miércoles, 2 de junio de 2010

61.

Shhhh... Ni siquiera soy un recuerdo para ti.
Escribo desde la negación de mí misma.
Era verano. Sólo un vestido negro atravesó tu puerta.
Un vestido cuajado de mariposas muertas.

lunes, 31 de mayo de 2010

60. “Que no quiero borrachos, ni locos de atar. Ningún mamarracho que me haga llorar.

Y luego me dirán que cuando una mujer lee a Luis Alberto de Cuenca – tan y tan citado por estos mares - , en una cafetería. acompañada de un té blanco y jugueteando con las páginas algo ajadas del volumen de Renacimiento, está libre de grandes peligros; dado que se encuentra en un lugar público, rodeada de personas que pueden acudir en un auxilio en caso de necesidad o incluso que cuenta con la opción siempre adecuada de salir corriendo.

Pues se equivocan damas y caballeros. Hasta mi mesa en penumbra, apartada de las ancianas que meriendan destripando a personajes del colorín y altos ejecutivos, comerciales o el pasante de un despacho de tres al cuarto se entretienen con sus blackberries o con sus corbatas o su pelo, se tiene que acercar un tipo de estos extraños, periódico en mano que, a pesar de ver que ya estoy leyendo, me pregunta si quiero leer la prensa, es más, ante mis negativas, insiste el hombre con cierto apasionamiento porque “pasan en el mundo muchas más cosas de interés que en un mal libro de poemas”.

Dejemos las opiniones personales sobre la poesía –tendríamos mucho que decir si nos metemos en esos jardines, señor del periódico. Para empezar, a las siete de la tarde ya están digeridas las noticias de ese ejemplar y casi, casi lo mejor que yo podría hacer si me interesara saber que van a publicar en la prensa local de una ciudad provinciana como la nuestra, sería llamar a L. y que me contara con qué abren mañana o, para continuar, más rápido y barato, pedir la clave wifie a la amable chica de la cafetería y acceder a cualquier edición online.

Pero no puedo evitar que ese chirrido desagradable me retumbe en los oídos como si fuera la reina malvada, transfigurada en bruja, que le ofrece la manzana envenenada a Blancanieves porque, ¿a quién puede interesarle el mundo exterior si no le interesa el mundo que late dentro de él? ¿Quién puede preocuparse por los goles o por la declaración populista de tal político si no es capaz de compartir sentimiento como el, el odio, el desprecio, la desgana, la desidia o incluso la ira.

Ahí siguió un rato más, periódico en mano, mientras yo jugaba a ignorarlo como se hace con los niños malos que se manchan las manos de tinta y no se las lavan antes de pedirse y comerse un pincho.

… Ni chicos perdidos buscando a mamá ni tipos muy finos que luego te la dan”.

viernes, 28 de mayo de 2010

59. En la vida, todo vuelve, todo vuelve….


Una siempre quiere conocer los porqués. Y le pide a la vida respuestas, perspectivas diferentes que le ayuden a comprender. Pero la vida, siempre sabia, te enfrenta con una situación similar en la que tú estás en la otra orilla y... entonces lo ves todo diferente, y se hace tan complicado no cometer los mismos errores que cometieron contigo...

Si le culpabas de haber jugado, ¿acaso estarás jugando tú? Si le reprochaste su confianza, su cercanía... ¿no eres cercana tú también? ¿No le abrazas y le escuchas, le preguntas y te interesas por cada detalle que tiene que ver con él? Y te sientes prisionera de los errores que cometieron y cometes, intentando quizá no errar en lo más importante, no hacer daño en lo fundamental. Aunque una parte de ti te dice que la mayor herida ya estaba hecha incluso antes de que tú dijeras nada. Antes de que tú lo supieras, tan siquiera.

Me miras de esa forma extraña, mezcla de los ojos que admiran los cuadros en los museos, de la mirada ilusionada de los niños en los parques y de esa emocionada que acompaña a las buenas noticias. Me gustaría ser mejor. Ser diferente. Hablar menos, poder entenderte más. Me gustaría llegar a esos rincones a los que nadie llega y hacer que se te olvidaran tus mil dolores pequeños. Pero sólo soy yo. Sólo yo. Y me siento en el suelo de mi habitación con esas hojas escritas por ti entre mis manos, herida por tu dolor, el dolor que he causado yo. Es imposible no ver al otro lado del espejo, no sentir que hubo un momento en el que otro se sentó con mi realidad y sintió los daños causados. En la vida todo vuelve. Todo vuelve. Todo.


Y ya siento que no haya podido darte ni mi querer ni mi consuelo, tan si quiera una firme amistad. Todo lo derrumbó el terremoto obsesivo de tu amor. Quizá algún día olvidemos –o no – y visitemos nuestra Pompeya.




Aunque quizá no como se marchó.

miércoles, 26 de mayo de 2010

58. Sueño.

Qué lástima que no haya flores
sobre la tumba de nuestro olvido.


Paseo por el mercadillo con mi madre pisándome los talones, comentando vidas ajenas y colgada de su teléfono móvil. Todos los puestos llenos de colores, los olores a inciensos y ese sol de primavera que lo inunda todo. Parpadeo. No puede ser. ¡Es él! Está colgando un par de camisas blancas de un burro de metal. Se da la vuelta para marcharse y yo, sin pensarlo, corro tras él. Le alcanzo ya en la calle de atrás. Le llamo. Se gira. Por un instante pienso que va a marcharse sin decirme nada, que no se acordará de mí... pero me mira y yo encadeno tres preguntas sin dejarle responder. Y le sonrío.

Tiene el pelo más largo que de costumbre, no con un aspecto desaliñado, es como si sencillamente se lo hubiera dejado crecer un poco más. Se lleva las manos a la cabeza, se peina en un gesto tan suyo que hace que me estremezca. Entonces me doy cuenta de que está sudando, tiene mala cara. Me acerco y le toco la frente. "Tienes fiebre. ¿Estás enfermo?" Y me atrae hacia él y yo le miro a esos ojos que se acercan... y me besa. Cuando abro los míos me doy cuenta de que estamos en una habitación pequeña, algo oscura y con la puerta entreabierta. Sigue abrazándome y me besa en el cuello con desesperación. Yo intento balbucear algo... pero es inútil.

Cuando se sienta un momento, aprovecho la ocasión para preguntar qué fue lo que le sucedió entonces. "Era por ella. Yo ya se la había presentado a Aarón". No entiendo demasiado, no sé quién es Aarón pero parece evidente que ha fallecido. Apoya su cabeza sobre su puño cerrado, en la mesa. "¿Y lo de tu padre?". Oigo sus sollozos y la respiración entrecortada por las lágrimas. Le abrazo. "Ya pasó. Estoy aquí". Y se vuelve, me abraza y se cobija en mi cuerpo. Le acario el pelo. Sonrío. Le beso como a un niño, mientras se calma poquito a poco. "Esta tarde puedo decir que tengo una boda. Podemos vernos a las 18.45 y estar juntos". Pienso en decirle otra hora. Pienso en que yo iré en vaqueros. Pienso en que mi madre no va a creer que haya pasado esto... Pero acepto.


Y justo entonces... me despierto.