Ay, qué bonito sería volver a los dieciséis y ser románticamente tontorrona como entonces. Qué inocentona y pavita, hojeando los catálogos de vestidos de novia y soñando con un príncipe azul que me rescatara de la vulgaridad de mi vida, bien prisionera en la celda de mi universo-habitación, bien perdida en el bosque de pupitres de ese verde deshumanizado que atesta las escuelas. Qué bonito sería bailar bajo un aguacero sin pensar en lavadoras, resfriados y en qué hacer para la cena.
Decididamente, ni siquiera es posible imaginar cómo sería volver a los dieciséis.
Siempre se me cuela la puñetera treintena.
Será que me estoy haciendo, irremediablemente, vieja.
Decididamente, ni siquiera es posible imaginar cómo sería volver a los dieciséis.
Siempre se me cuela la puñetera treintena.
Será que me estoy haciendo, irremediablemente, vieja.
... y el sueño de la adolescencia.