lunes, 22 de marzo de 2010

42. "Niños pequeños, preocupación pequeña...

El programa previsto para la tarde era un asco. Tendríamos que dedicarnos a buscar regalos para un bebé cuyo sexo no conoceremos hasta que tenga a bien salir al mundo. Esto, dicho así, no parece demasiado importante como para escribir sobre ello, sí, lo entiendo, pero si crees eso, es porque nunca te has visto en una igual. Resulta que no se puede comprar ropita blanca -tan maravillosamente unisex- para recién nacido que las expertas denominan, repitiendo todo el rato: "para recién, para recién, no se lleva comprar para recién". Vamos, usan una terminología propia para referirse a algo realmente particular: la locura pre-bebé.

Descartada la idea inicial de comprar ropita pequeñita y fácil de escoger en grupo, queda también eliminada la opción del color blanco porque a la mayoría le parece sucio y son de la opinión de que, dado que los bebés son bastante guarretes -ésto no lo dicen de esta manera, claro, que todo lo relacionado con los bebés, hasta "eso" les resulta mono, mono-, hay que lavarla muchas veces y, después de multitud de lavados - ¿no crecen antes de poder estrenar todo lo que te han regalado? - resulta que amarillea.

Dado que no tenemos ni idea de si se tratará de una princesita o de un pirata - eso lo dice A., que es una cursi-, no podemos optar por los manidos rosa y azul pastelón, bastante aburridos para mi gusto pero que parecen tener una amplia acogida entre las otras féminas, que disfrutan manoseando y estirando chaquetitas y pentaloncitos de punto -bastante caros, por cierto- ante la mirada, ya algo mosqueada, de la dependienta - ¿he dicho ya que eran caros?-.

Pensamos en colores que puedan ser utilizados por un niño o por una niña y la dependienta nos ofrece una gama de pijamas, bodies y conjuntos de algodón en un tono amarillo clara de huevo que, según A. - ya digo que es la experta en este rollo-bebé-, estuvo muy de moda hace unos años, pero ahora no se lleva nada de nada y es hasta hortera regalar una canastilla en color amarillo pollito, como si estuviéramos regalándole un nido, entre la cesta de mimbre y todos los accesorios-polluelo.

A estas alturas de la tarde, ya tenemos los tres mostradores a rebosar de ropita de bebé de diferentes tamaños, que forma una especie de arcoiris descolorido y caótico. También contamos con una dependienta que está hasta la peineta de nosotras, de los padres benditos que no han querido conocer el sexo del bebé y sobre todo de A., que se ha separado del grupo y se ha puesto a inspeccionar los cochecitos convertibles de bebé, desmontándolos, probando a abrirlos y cerrarlos... de manera que la dependienta no podía recoger el material disperso por los mostradores, tampoco quería dejar a A. manipulando los cochecitos para ir en busca de más género a la trastienda y, como ocupábamos toda la superficie de la tienda, no se veía capaz de tomarse un descanso de nosotras, atendiendo a otros clientes más razonables.

En estas nos encontrábamos cuando el marido de L., que pasaba por delante del escaparate de la tienda, se sorprendió al vernos aún allí y entró al rescate de la pobre dependienta. Y le dijo a A., como quién no quiere la cosa, que lo que se llevaba ahora para los niños era el verde; un color vivo, llamativo y unisex. "¿Y qué significa el verde?", le preguntó A., con desconfianza. "Esperanza". El marido de L. respondía seguro. "¿No ves cómo están hoy los chavales? Pues todo lo que nos dé esperanzas de que los que van naciendo vendrán menos guerreros es poco".


Y después de más de tres horas de cónclave, habemus canastilla.


... ; niños grandes, preocupación grande."