Dice H. que escribo siempre cosas tristes, que parece por mis textos que mi vida es el valle de lágrimas, de aquellos catecismos de tapas gastadas que nos hacían leer, y releer, en las interminables tardes de sábado en la iglesia. Y no digo yo que no tenga escritos negativos o poco optimistas pero, ¿es que la vida es un cúmulo de alegrías sin fin? ¿Siempre se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío? Hay ocasiones en las que uno tiene que sentir pena, angustia, desesperación o lo que le toque, porque esa, señores, es la única forma de poder distinguir y apreciar la alegría, la verdadera felicidad cuando ésta tiene a bien presentarse, con todo su oropel de sencillez, en nuestras vidas.
… es un vicio”.