miércoles, 24 de marzo de 2010

43. "-La mujer, amigo mío, es un ser que por más que lo estudies te resulta siempre nuevo."

P. y yo quedamos en la estación para vernos después de un par de años de casi total desconexión mutua, sin saber muy bien si nos encontraremos con la misma persona con la que compartimos banco en la universidad, cafés y alguna copa. Supongo que es muy literario el lugar. Me recuerda inevitablemente a la pobre Anna Karenina y siento cierta envidia por la felicidad de Levin y Kitty de la misma manera en que lo hice cuando recorrí la novela por primera vez. Nos habremos vuelto más viejas pero seguimos más o menos igual de sabias.


Nos besamos, conversamos con otra conocida a la que nos hemos encontrado por casualidad, discutimos acerca del mejor restaurante para nuestra comida y nos encaminamos hacia él hablando de esto y de lo otro, de anécdotas, perros, niños; de otras amigas casadas, solteras, madres, etc. Pasito a paso, hilando las palabras, llegamos al italiano, pedimos mesa, revisamos la carta, escogemos plato para compartir –seguimos sin comer demasiado- y revisamos cuidadosamente cómo estábamos y cómo nos encontramos.


Ocho horas después de su llegada, volvemos a la misma estación, sentimos que hemos recuperado un trocito brillante de juventud, de inconsciencia, de ilusión. Quedamos en vernos pronto. No queremos dejar que pase tanto tiempo. Quizá no nos habíamos dado cuenta hasta este día juntas de lo mucho que echábamos de menos todo aquello.


Hace una noche preciosa. Estrellada. No hay malos augurios.



… "-Entonces vale más no estudiarlo."