miércoles, 5 de mayo de 2010

49. Menos mal que has vuelto...

Te cambias de silla para estar más cerca de mí y tiras del plato de tu café hasta que se queda a tu altura. “Es que me gusta tenerte cerquita”. Y te ríes. Te ríes así, sin miedo, con ese sonido abierto, franco, cristalino. Y yo me río contigo. No lo puedo evitar. A veces siento que te sigo a todas partes, que voy imitando tus gestos, que escucho tus sonidos en los ruidos del mundo... A veces siento que este amor me consume las neuronas y terminará por hacerme enloquecer. Pero no... Ante cualquier tropiezo, ahí estás tú. Tus manos blancas, las palmas abiertas, marcadas por las historias de tantas idas y venidas, de tantos días, meses y años. Yo dejo caer mis manos cansadas en ellas y me recogen, me reconfortan, hacen que sienta que ese lugar es mi casa, mi hogar. Y te inclinas hacia mí, los ojos entrecerrados, y apoyas tu cuello en mi hombro y, después, tu frente en mi cuello. Y suspiras. ¿Puede cualquier sonido hacerme así de feliz?

Yo me pregunto cómo es el mundo que ves cuando abres esos enormes ojos cada mañana. Qué te dicen a ti los pájaros y las flores, cómo ves los colores de los cuadros y eliges las imágenes para confeccionar los collages de tu agenda. Yo sólo te veo a ti. ¡Sólo...! Y me asusta ver el reflejo de toda la humanidad en cada gesto tuyo, en cada palabra, en cada sonrisa, en cada mohín. Eres tan humana... tan deliciosamente humana como este amor. Cierro los ojos. Puedo verte sentada a mi lado, con la mente en cualquier otra parte, soñando con piratas, libros perdidos, un código... pero aquí. Puedo sentir tu presencia, tu inconfundible olor a rosas y el ir y venir de tus manos que, como mariposas inquietas, anotan un verso, suben un dobladillo o vuelven a su lugar a un rizo rebelde. Todo, todo. Todo es tu huella en mí.

Y cierras los ojos en tu cama, en tu mundo. Y yo me tumbo en el suelo de mi habitación, otro universo. A veces pienso que me gustaría quererte menos... para poder amarte más. Locuras. Tonterías que nunca te llegaré a contar. Sólo eso, confesiones sueltas de alguien que es feliz. Sólo es feliz. Y eso... es gracias a ese latido que siento rítmico aquí dentro, dentro, dentro... dónde estás tú.
... porque el mundo no sería Mundo sin ti.