miércoles, 12 de mayo de 2010

52. Mujeres I

A veces siento que esta ciudad me absorbe, que me devora, que no me deja respirar. Salto de la cama, abro la ventana y enciendo una esperanza dentro de mi corazón. La calle está desierta. La noche está vacía. Todo lo que tiene vida en esta ciudad de muertos está latiendo dentro de mi pecho. La oscuridad lo cubre todo, lo llena todo, hace que el tiempo se haga una burbuja llena de tinieblas. Respiro. Respiro. Lo hago consciente de que la vida se esfuma, de que los sueños tienden a romperse. Un coche se pierde, su sonido invade mi insomnio, mi cuarto, agita mis libros que descansaban sobre un sillón. A veces siento que mi vida esto, que sin palabras mi mundo no existe, que sin la luz estaríamos solas la soledad y yo, tu ausencia y yo, mi miedo y yo, la muerte y yo.

Y esta ciudad. Esta ciudad inmensa, pequeña, obstinada, llena de tí, con nada de mí, sembrada de pasos marcados, de días perdidos, de noches sin juicio, mañanas oscuras y tardes, tardes, tardes de versos, de sueños, de promesas, de silencio.