lunes, 16 de noviembre de 2009

15. La niña bonita...

Tengo unas botas de colores que me colorean los pies en los días grises de llovizna. Salto en los charcos como si empapándome como a los quince, recuperara algo de su brillo ya vintage. Me cuelgo de las orejas los zarcillos que me regaló mi padre la tarde de mi graduación. Me pinto los labios con mi vieja barra de Tintoretto y regalo besos al espejo.

¿Dónde están aquellos que se fueron? ¿En qué estrella se quedaron distraídos? ¿Qué tela de araña los retuvo y no les dejó regresar a mis sueños? Los muertos viven para siempre en nuestros recuerdos. ¿Y el olvido, esa carcoma putrefacta que devora todo lo que hemos amado?

Me recojo el pelo con un millón de horquillas y dejo caer dos mechones sobre mi frente. Poso ante la cámara. Sonríe, sonríe. Mi voz interior me grita que puedo ser quien yo quiera, que puedo fingir hasta que me derrote el cansancio. Las lágrimas de la sensatez siempre llegan a mis ojos antes de que se esconda el sol. ¿Dónde se perdieron mis quince primaveras? ¿Qué mal invierno me las arrebató?

... tuvo miedo e, inevitablemente, se hizo mayor.